domingo, 2 de abril de 2017

Tablato por la diagonal W

Volvemos a salir al monte a disfrutar de la nieve, antes de que el sol y el calor primaveral nos la arrebaten. En esta ocasión conté con la gran compañía de Iván, con el que subí al Tablato por su diagonal oeste. 

Salimos con calma por la mañana a eso de las 8, sin darnos el gran madrugón, pero sin ir con horario dominguero. Tras llegar al Balneario de Panticosa y prepararnos, comenzamos el ascenso por el bosque, a pie y fresquitos en la cara sombría del valle, mientras vemos como el sol matutino va iluminando progresivamente el macizo del Gramo Negro al otro lado del Balneario. 

Sol y sombra, las dos caras del valle.

Al cabo de un rato cruzamos el barranco del Brazato, cuyas aguas fluyen cristalinas entre el manto blanco que cubre todo el valle. Nada más cruzar ponemos los esquís y continuamos nuestro camino entre los pinos, ya bajo los rayos del sol, que comienzan a calentar la nieve que pisamos con nuestras tablas. 

Entre las sombras del bosque. 

Avanzamos siguiendo unas huellas de los días previos, que surcan solitarias la homogénea superficie de la nieve caída pocos días atrás. A nuestras espaldas vamos dejando el Balneario, cada vez más abajo, y al alzar nuestras miradas contemplamos la diagonal del Tablato, a la que nos aproximamos más a cada paso que damos.

Vista del Tablato y su diagonal oeste al fondo. 

Siguiendo el carril.

Después de unas cuantas zetas con las que ganamos desnivel, llegamos a las hoyas del Brazato, protegidas aun del sol por la mole de roca del pico al que nos dirigimos. Desde aquí comenzamos a ascender por la diagonal. 

Diagonal oeste del Tablato. 

Pronto, nos echamos los esquís a la espalda y así los alargados y suaves surcos que estos dejaban sobre la nieve, son sustituidos por las profundas marcas que nuestros crampones dejan a cada paso. 

Ascendiendo por la diagonal. 

Ultimo tirón hasta la cresta. 
Tras un rato de ascenso por una nieve cambiante y muy bacheada por las huellas previas, llegamos a la cresta que nos conducirá hacia la cima. 

Iván en la cresta, disfrutando del paisaje.

Y así vamos dando nuestros últimos pasos por la tortuosa cresta, escuchando el chirrido de las puntas de nuestros crampones, cada vez que estos chocan con la dura superficie de las rocas, que sobresalen por encima de la nieve. 

Pequeñas cornisas, dejadas por las nevadas recientes. 

Cresteando un poquito para antes de llegar a la cima. 

Con paisajes así de recompensa, se sufre lo que haga falta.

Y por fin...cima. Momento de disfrutar de las vistas que nos regala este precioso pico.

Puntas de Piniecho con la sierra de la Partacua de fondo. 

La bella y la bestia.

Habiendo disfrutado ya del merecido almuerzo, comenzamos inicialmente nuestro descenso a pie, hasta llegar al collado oeste, donde nos calzamos nuevamente los esquís, para disfrutar de una gran bajada, con una nieve especialmente buena durante los primeros giros. 

Pues nada, eso es todo por hoy. 

Mil gracias a Iván por compartir conmigo un gran día de actividad. 

Un saludo a todos y hasta la próxima aventura.











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