domingo, 20 de diciembre de 2015

Entre dos Mares -Descubriendo el Pirineo-

De todas las experiencias que vivimos, algunas permanecen en nuestra memoria como recuerdos imposibles de olvidar. Esta es la historia de una de esas experiencias. La historia de cómo un buen día decidimos recorrer los Pirineos, tocando las aguas del Mediterráneo, para 34 días más tarde, zambullirnos en las del Cantábrico. La historia de una travesía entre dos mares.



Todo empieza con un mensaje de Mario, que me propone hacer algún proyecto interesante y de cierta envergadura, aprovechando un mes y pico que tenemos los dos libre. De entre las ideas que plantea, me atrae la idea de hacer la Alta Ruta Pirenáica, la cual tenía ya en mente.

Tras un tiempo de preparación y con las mochilas llenas de ilusión y más quilos de los deseados, ponemos rumbo a Portbou, desde donde decidimos iniciar esta ruta. Llegamos de noche y caminamos los primeros metros de nuestra ruta, para dormir alejados del pueblo. Y a la mañana siguiente, despertamos con un bonito amanecer sobre las calmadas aguas del mar, que nos hace relajarnos y olvidar por un momento, que eso es solo el inicio del larguísimo camino que nos queda por recorrer.

Añadir leyenda

Desde ese amanecer, hasta el atardecer nuboso que nos recibió en Hendaya, caminamos mucho, sufrimos muchísimo, pero sobre todo disfrutamos infinitamente de nuestra gran pasión, la montaña. Anduvimos por bosques de mil colores, vestidos con sus mejores galas y por otros ya desnudos, donde sus hojas yacían cubriendo el suelo bajo nuestros pies. Ascendimos escarpadas y heladas cumbres y descendimos a valles escondidos y protegidos entre las mismas. Contemplamos ibones, cuyas aguas permanecen cautivas e inmóviles y poderosos torrentes de agua que se abrían paso entre las rocas. Oteamos horizontes despejados, donde las montañas parecían no tener fin y días en los que las nubes enraizaban en las profundidades de los valles, pareciendo que su sitio estuviese en la tierra y no en el cielo.


Colores otoñales en Cataluña
Brumas mañaneras que tardan más que nosotros en levantarse 
Mares de nubes,bañando el horizonte 

A lo largo del trayecto, no nos vimos ajenos a lesiones, hambre, sueño, días de mal tempo etc. Sin embargo la constancia y el empeño nos permitieron acabar una ruta, que más allá de concedernos el éxito ante un reto deportivo, físico, mental o como quiera catalogarlo cada uno, nos concedió la oportunidad de ser felices y de darnos cuenta de que por mucha montaña que pateemos en nuestra vida, siempre quedara algún rincón escondido entre estas bellas montañas, que aún no hayamos descubierto.
Ibones que duplican la belleza del paisaje a modo de espejo
Primeras nieves de la temporada 
Atardeceres de ensueño 
Bosques que invitan a perderse en ellos 

A nivel personal, regreso satisfecho por haber acabado esta aventura, pero sobre todo agradecido de haber podido compartirla con un gran amigo como Mario, del que he aprendido muchísimo y con el que espero poder compartir muchos más proyectos. 

MIL GRACIAS COMPAÑERO

Una gran aventura, con un grandísimo compañero y amigo 


Bueno, espero que disfrutéis del vídeo.

Hasta la próxima aventura.

lunes, 5 de octubre de 2015

Recorriendo tierras escocesas

Pocas son las sensaciones comparables a viajar y descubrir nuevos lugares, culturas y personas. Sentir como cada nueva experiencia que vives, ayuda a forjar una nueva parte de tu personalidad. Compartir dichas experiencias con aquellos que quieres y grabarlas en tu memoria de forma permanente. Eso ha sido este viaje a escocia, algo especial e imposible de olvidar. 

Cristina y junto al castillo de Eilean Donan 


Nuestras vacaciones comenzaron en Edimburgo, donde pasamos dos días disfrutando de una ciudad de belleza indiscutible, envuelta en un halo de actividad y ajetreo fuera de lo normal, a causa de los festivales que tienen lugar durante el mes de agosto en Edimburgo. Además tuvimos el privilegio de poder asistir al Tattoo, un desfile militar, musical y de danza que no dejara indiferente a nadie.

Colina de Holyrood Park
Edimburgo desde Holyrood Park
Casco antiguo de Edimburgo 

Pasados estos dos días, cogimos un coche de alquiler y salimos de Edimburgo, dispuestos a recorrer durante 14 días gran parte de la geografía escocesa.  Realizamos un recorrido circular, pasando por St. Andrews, Parque Nacional de Cairngorms, loch Ness, cabo de John o’Groats, isla de Skye, Fort William, Loch Lomond y muchos más. 

Sin duda, se trata de un país espectacular, en el que la densa niebla esconde lugares de ensueño y la fina pero continua lluvia, evita que las costumbres y las leyendas se marchiten. En los paisajes, el verde de la vegetación, se mezcla con el azul de los inmensos lagos. En las costas del norte, el turquesa de las aguas del mar se pierde entre la bruma, rasgada en ocasiones por algún rayo de sol que dota ese instante de cierta magia. A lo largo de todo el territorio, las ruinas de lo que antaño fueron imponentes castillos tratan de sobrevivir al paso de los años y al avance de la naturaleza, que va abriéndose paso entre sus desgastadas rocas.

Castillo de Dirleton
Catedral de St Andrews
Castillo de St. Andrews
Parque Nacional de Cairngorms 

Castillo de Dunnottar 

Catedral de Elguin  
Castillo de Urquhart y Loch Ness

Loch Beinn a'Mheadhain (Glen Affric)

Fyrish Monument 

Cascada de la reserva natural Fairy Glen 

Jhon o'Groats 

Ruinas entre lagos, montañas y niebla 

Playas de coral cerca de Dunvegan (Skye)

Lochan na h-Achlaise 

Torrisdale Bay

Antes de acabar, solo me queda dar las gracias a Cristina, por aguantarme y compartir conmigo experiencias tan bonitas como este viaje. Espero que podamos disfrutar de muchos más como este o aun mejores. 

Espero que os haya gustado. 

Hasta la próxima. 




jueves, 20 de agosto de 2015

Rozando las estrellas desde el balcón de Pineta. Pico Astazou occidental


A lo largo y ancho de los Pirineos, miles de rincones mágicos se esconden entre elevadas cumbres y frondosos bosques. Hace un par de semanas, tuve el privilegio de recorrer junto a Cristina, compañera y amiga del club As Cimas, uno de los más bellos y sobrecogedores de estos lugares,  el Balcón de Pineta. 

Iniciamos nuestra aventura a los pies del circo de Pineta, donde comenzamos a caminar. El día no es excesivamente caluroso y las nubes nos protegen del sol, sin embargo una tremenda humedad se concentra en los bosques que nos rodean al inicio del camino, haciendo algo duro un suave inicio. 

Circo de Pineta 

Dejamos atrás el cobijo de los árboles, para dar paso a un bosque de helechos, desde el cual ya intuimos el camino de ascenso sinuoso y zigzagueante que nos ayudará a salvar las murallas del Circo de Pineta. 


Cascadas del circo de Pineta 

Ascendemos lentamente, siendo conscientes de que el cronómetro no nos persigue y con la tranquilidad que adquieren las montañas al atardecer, cuando turistas y excursionistas se retiran a descansar.

Ascendemos elevándonos sobre el valle de Pineta 

Ya al llegar arriba del Balcón, contemplamos la belleza del paisaje, que sin embargo, lejos queda de lo que fue en su día, cuando muros inmensos de nieve y hielo se descolgaban de la cumbre del Monte Perdido, como si de una cortina de hielo se tratase.


Mirando hacia el Robiñera desde lo alto del Balcón 
 No obstante, aún queda algo de lo que fue ese magnífico glaciar, al igual que los vestigios de su lengua glaciar, morrenas de enormes bloques de roca, que atravesamos para llegar a nuestro destino del día, el ibón de Marborés, donde nos remojamos un poco y plantamos tienda, cuando ya la noche se cierne sobre nosotros. 

Entre morrenas glaciares con los Astazous de fondo 

Glaciar del Monte Perdido 

Ibón de Marborés y Tuca Roya al fondo a la izquierda 

Ya con la tienda montada, cenamos mientras asistimos atónitos a un espectáculo sin igual. El cielo se transforma en un lienzo con miles y miles de estrellas, dibujadas sobre las oscuras siluetas de las montañas que nos rodean. Al brillo de las estrellas, se suma el reflejo de la luz de la luna sobre el frío hielo del glaciar, que aporta algo de luz a esta imagen sobrecogedora. Así, con esta imagen grabada en nuestra mente nos vamos a dormir. 


Luces en la noche 1

Luces en la noche 2

Luces en la noche 3

A la mañana siguiente, tras haber desayunado y recogido el campamento, nos ponemos en marcha en dirección al collado de Astazou, poco antes del cual dejamos las mochilas escondidas entre las rocas, para ascender más ligeros.


Monte Perdido jugando al escondite 

¿Se os ocurre un lugar mejor para pasar la noche?

A medida que continuamos ascendiendo, las nubes nos van cubriendo y el viento nos bambolea cada vez con más fuerza. Llegamos al collado y desde aquí continuamos hasta la cima del Astazou occidental, donde decidimos quedarnos, sin hacer la cresta hasta el oriental.

Rozando las nubes con las yemas de los dedos 


Cuando la naturaleza te demuestra lo pequeño e insignificante que eres

Desde la cima disfrutamos de las vistas del Balcón de Pieneta y del circo de Gavarnie, cuyas paredes asciende de forma vertiginosa desde el fondo de valle confiriendo a las montañas que lo rodean el aspecto de imponentes titanes de roca elevados sobre el valle.


Imponente circo de Gavarnie 

Cima del Petit Astazou o Astazou Occidental 

A lo lejos el ibón de Marborés, donde hemos pasado noche 

Grandeeeeees. Cima del Petis Astazou 

Tras un rato en la cima disfrutando del paisaje, comenzamos un descenso que se nos hace largo y duro para nuestras rodillas. Pero finalmente y tras unas horas, llegamos al coche, donde nos quitamos mochilas y nos tomamos algo.

Descendiendo por el Balcón de Pineta 

Astazous al fondo a la derecha con las morrenas del glaciar en primer plano 

A un paso del abismo 

¿De donde venimos? 

Valle de Pineta desde el Balcón 

Cristina en mitad del descenso 

Para variar haciendo el ganso 

Bueno aquí acaba nuestra aventura. Sin duda una salida espectacular. Un paraje difícil de mejorar, y una compañera de diez. Gracias a Cristina por acompañarme y a todos vosotros por leerme. 

Un saludo y hasta la próxima.